El humor, nuestro mejor aliado a la hora de escoger disfraz.

Los carnavales son tiempo de diversión, nos disfrazamos para ser otra persona durante una noche y disfrutar soltándonos el pelo y comportándonos de una forma diferente a cómo lo hacemos los 364 días restantes del año.

Estar desinhibidos, abiertos a la broma y a reírnos de todo, incluidos nosotros mismos, es la mejor actitud para disfrutar de una fiesta de carnaval de la forma más intensa y sana. Además cargaremos nuestras pilas de una forma difícil de explicar tras la locura que suponen estas fiestas.

Pasarlo bien con un cambio de mentalidad.

Por muy serios que seamos el resto del año, por muy responsables que nos sintamos en nuestro trabajo o con nuestras familias, si vamos a participar en el carnaval y disfrazarnos es mejor olvidarnos de todo eso. Hasta la persona más seria necesita un tiempo para relajar los hombros y reír.

Lo que pasa en una fiesta de carnaval queda en la fiesta, es algo mágico que nos incluye a todos y que nos hace partícipes de unos momentos de risas, de diversión y de compañerismo que nos hace sentir más unidos y más en paz con todo el mundo. Olvidar durante un día todos los problemas del día a día, enfundarnos en un traje que jamás habríamos pensado en ponernos y salir a la calle con otra gente que hará exactamente lo mismo es toda una experiencia.

No confunda humor con ridículo.

Siempre se dice que en carnavales hay que dejar el sentido del ridículo a un lado. Hasta cierto punto es así, pero también es verdad que debemos de sentirnos cómodos con lo que hacemos y con la ropa que nos hemos puesto. O por el contrario, que los demás también se sientan cómodos con la imagen que llevamos. Despertar la risa de los demás es todo un éxito. Despertar la vergüenza a ajena no es algo tan loable.

Casi todo vale en el carnaval. Pero recuerde, “casi todo” y hasta estas fechas tienen sus límites a la hora de soltarse el pelo y terminar siendo motivo de sonrojo de los más allegados. Cada persona, conforme a su forma de ser, deberá de marcar sus propios límites.

Un disfraz comprado o uno casero, lo importante es divertirse.

No piense que por invertir más dinero en su disfraz se lo pasará mejor o llamará más la atención. Gaste lo que pueda o quiera en su traje pero siempre hay alternativas para utilizar ropa y objetos que todos tenemos por casa de modo que no tengamos que gastar más que una pequeña cantidad en complementos como gorros o pelucas.

Hay disfraces para todos los presupuestos y en el carnaval la diversión es segura independientemente del poder adquisitivo de la persona.