Un Halloween de miedo: la muerte

Seguiremos durante unos cuantos días más proponiéndoos nuevos disfraces con los que poder sorprender a vuestros amigos en la fiesta de Halloween.

Hoy lo que os proponemos es disfrazaros de la mismísima muerte. Sin duda es el disfraz que más miedo puede dar de todos, pero, eso sí, tendremos que buscar un look que no deje lugar a dudas. Todos deben empezar a temblar en cuanto nos vean aparecer en la fiesta.

Aunque hay distintas maneras de representar la muerte como personificación, la más extendida es la de un ente (no se sabe si mujer u hombre) totalmente encapuchado y vestido de negro. Además de eso, suele llevar una guadaña con la que poder cortar unas cuantas cabezas.

Como podéis observar, el disfraz en sí mismo, es bastante fácil. Si lo queréis hacer vosotros mismos podéis comprar un género negro en alguna tienda de telas. A poder ser, evitad las telas brillantes; hay que dar un aspecto de austeridad y vejez. Una vez elegida la tela, sólo tendréis que confeccionar una especie de túnica que os cubra todo el cuerpo; que llegue hasta el suelo y que una capucha bien amplia con la que buena parte de vuestra cara quede tapada.

En todo caso, si lo de coser no es lo vuestro, siempre podréis echar mano de alguna tienda de disfraces y haceros con el típico disfraz de muerte que siempre venden allí. Más o menos será igual que haciéndolo vosotros, ¡pero ahorrándoos el tiempo!

Una vez que tengamos la túnica negra, tendremos que conseguir también una guadaña. Esta, obviamente, de juguete; ¡no pongamos en peligro vidas reales! Al igual que el traje, la podremos encontrar en cualquier tienda de disfraces.

Con estos dos elementos ya tendríamos de sobra, pero si queremos darle un toque aún más tenebroso, podemos maquillarnos la cara como si fuera una calavera. Nos pintaremos toda la cara de blanco, la cuenca de los ojos de negro para simular que no tenemos y en la boca, podemos dibujarnos dientes o bien, «cosernos» los labios tal y como comentábamos anteriormente para el disfraz de zombi.

Y finalmente, el último consejo. Como siempre os decimos, si realmente queremos asustar, lo primero es meterse en el personaje, así que… ¡a robar almas!