Fiestas vikingas

En algunos pueblos de la Galiciaatlántica se celebran durante el verano fiestas populares en las que se recuerda como los habitantes de la tierra repelieron con mayor o menor éxito los desembarcos de los barcos vikingos que saqueaban a diestro y siniestro por todas las rutas por las que navegaban desde sus nórdicos orígenes.

No nos engañemos, en el fondo estas fiestas son una excusa para disfrutar de las tres cosas más divertidas que se pueden hacer en verano: disfrutar del mar, disfrazarse y tomarse un buen vino de la tierra.

Pero no son pocos los que se toman muy en serio su papel y se caracterizan a bordo de barcos que imitan las naves vikingas. En algunos casos estas caracterizaciones son dignas del mejor cine histórico y tanto las hordas salvajes como los antiguos y bravos gallegos se toman muy en serio sus papeles.

Un fiero vikingo

Los salvajes nórdicos se visten a base de pieles, eso si, cortas y escasas que aunque el verano en Galicia es más fresco tampoco es para exagerar, y vestimentas que imitan a antiguas ropa de cuero. Por supuesto no pueden faltar los típicos cascos adornados con cuernos que el cine se ha encargado de inmortalizar en múltiples ocasiones.

Se trata de conseguir el aspecto más sucio, salvaje y aterrador posible y en eso no hay duda que son expertos en el pueblo de Catoira, dónde se celebra el desembarco más conocido, aunque no el único en el que podemos usar nuestras ropas de bravo guerrero. En muchos casos los nórdicos saqueadores o los defensores gallegos se confunden un poco con los personajes de Braveheart pero es una pequeña “licencia histórica” que podemos obviar.

Las mujeres también pelean

Y aunque dudo que en aquella época las señoras vikingas viajaran en los barcos junto a sus compañeros, en estos desembarcos son mucho más feministas y ellas participan tanto en los fallidos intentos de evasión como en la defensa del pueblo a saquear. Pueden hacerlos en versiones muy guerras y temibles o con ropajes más sexys al más puro estilo Xena, la princesa guerrera. Un vestido negro convenientemente destrozado, lo largas trenzas y pinturas de guerra que tampoco hay que molestarse en aplicar concienzudamente pues una vez que nos metamos en el agua serán manchones en la cara sin lugar a dudas. En definitiva, sea con un traje fiel a la época, sea con la improvisación más casera, el final siempre será el mismo: los vikingos son expulsados, pero solo momentáneamente pues acabarán uniéndose a la fiesta y disfrutando de la comida y el vino hasta el amanecer.